Liberia had not been in the international spotlight since its two deadly civil wars left profound human and economic damages between the late 90’s, and up until the year 2003, when the second Liberian civil war finally came to an end. Lately, however, the small West African nation has had all eyes on its ferocious fight against Ebola, which has claimed the lives of thousands and has threatened to de-stabilize the political and economic outlook of the already impoverished and fragile nation.
While Liberia battles to stay away from the eye of the storm, not surprisingly the international community has been asked to step in to help solve the emergency. However, among Liberians and other international actors, one country has more responsibility than others: the United States.
Liberia gained its independence in 1847 and became the world’s second black republic after Haiti. However, its historical ties to the United States remain in the memory of those Liberians who have been shaped by the legacies left behind by the Americans. The Republic of Liberia has been dubbed in the past as “America’s stepchild”, and this is no coincidence, as Liberia was actually founded by the United States in the early 1800’s.
Under the command of the American Colonization Society (ACS), -an organization supported by US former president Thomas Jefferson-, a group of Americans decided that it was time for free African Americans to return to their African homeland. According to the US Department of State’s Office of the Historian website, the founding of the ACS came as a way “to deal with the “problem” of the growing number of free blacks in the United States by resettling them in Africa”. Thus, more than 200 years after the first slave ships sailed from Africa, the descendants of those who had been taken as slaves to the new world found their way back to their “homeland”.
As the new settlement for free slaves was taking place in Liberia in the early 1800’s, back in the United States, the institution of slavery remained profitable up until its formal end in 1865. This scenario helped spark speculation behind the real motifs of the ACS’s approach to Liberia. To some, Liberia was the opportunity to finally live free and fully emancipated; to others it was a sign that the United States feared that the institution of slavery would be endangered (in economic terms) due to the increasing number of black free men and women living in the US.
Whatever reasons there were behind the establishment of Liberia, the impact that the United States had on this tiny country is undeniable. Once the ACS granted Liberia with its independence, -as one would expect-, the country became deeply divided along ethnic lines. For instance, those who had come from America (around 13,000 people) became known as Americo-Liberians, and quickly became the dominant minority among the local population. For more than 133 years since Liberia’s independence, Americo-Liberians ruled the country, practiced their cultural and religious beliefs, and reproduced in many ways their American way of life in their new home.
Today, Liberia’s capital, Monrovia (named after US President James Monroe) stands as a reminder of a legacy that permeates into the history, culture, politics, and economics of a country that is known today as an epicenter of a global health emergency. Liberia, however, is much more than an epidemic; it is cultural richness, an increasingly dynamic economy, and a nation that survived two deadly civil wars.
And, while it is a good moment to recall history, it is not enough to point the finger at the responsibilities the United States might have with Liberia due to its historical ties with the African country (which are undoubtedly significant); instead, it is necessary to value the amazing transformation that a country that had once been so broken by civil wars and ethnic divides was able to make almost on its own. Hence, now it is time to step into Liberia, as an international community devoted to the promise of human rights and global security for all, looking back at the flaws in order to never repeat the same mistakes again, and most importantly, never losing sight that we must remain hopeful for the future to come.
Liberia: La nación fundada por los Estados Unidos
Liberia no había estado en el centro de atención internacional desde que sus dos devastadoras guerras civiles dejaron profundos daños humanos y económicos desde finales de los años 90 hasta el año 2003, cuando la segunda guerra civil en Liberia finalmente llegó a su fin. Últimamente, sin embargo, la pequeña nación de África Occidental ha obtenido todas las miradas del mundo debido a su lucha feroz contra el Ébola, epidemia que ha cobrado la vida de miles de personas y ha amenazado con desestabilizar el panorama político y económico de una nación ya empobrecida y frágil.
Mientras Liberia lucha para mantenerse lejos del ojo del huracán, no es sorprendente que se haya convocado a la comunidad internacional para ayudar a resolver esta situación de emergencia. Sin embargo, entre los Liberianos y otros actores internacionales, un país tiene más responsabilidad que otros: los Estados Unidos.
Liberia obtuvo su independencia en 1847 y se convirtió en la segunda “república negra” del mundo después de Haití. Sin embargo, sus vínculos históricos con los Estados Unidos permanecen en la memoria de los Liberianos, quienes han sido moldeadas por legados dejados por los norteamericanos. Y es que no es casualidad que a la República de Liberia se le apodara como el “hijastro de los Estados Unidos”, ya que Liberia fue fundada por los Estados Unidos a principio de los 1800.
Bajo el mando de la Sociedad Americana de Colonización (ACS por sus siglas en inglés), -una organización apoyada por el ex presidente estadounidense Thomas Jefferson-, un grupo de Estadounidenses decidió que era hora de que los Afroamericanos libres regresaran a su “patria Africana”. Según la página web de la Oficina del Historiador del Departamento de Estado de Estados Unidos, la fundación de la ACS tuvo el objetivo de “lidiar con el ” problema “de la creciente cantidad de negros libres en los Estados Unidos por medio del re-asentamiento de los mismos en África”. De esta forma, más de 200 años después de que los primeros barcos de esclavos zarparan de África, los descendientes de aquellos Africanos que habían sido tomados como esclavos para ser llevados al “nuevo mundo”, encontraron su camino de regreso a su “patria”.
A medida que el nuevo asentamiento para esclavos libres era llevado a cabo en Liberia, a principios de 1800, en los Estados Unidos, la institución de la esclavitud continuaba siendo rentable (hasta su final formal en 1865). Este escenario, ayudó a provocar la especulación detrás de los motivos reales por los cuales la ACS trabajaba en Liberia. Para algunos, Liberia era la oportunidad de brindar a aquellos Afroamericanos la oportunidad de vivir libres y plenamente emancipados, para otros era una señal de que Estados Unidos temía que la institución de la esclavitud se pondría en peligro (en términos económicos), debido al creciente número de hombres y mujeres negros libres que habitaban en los EE.UU en ese entonces.
Cualquiera que fuese la razón detrás de la creación de Liberia, el impacto que los Estados Unidos tuvo en este pequeño país es innegable. Una vez que el ACS concedió Liberia su independencia, -como cabría esperarse-, el país se dividió profundamente a lo largo de líneas étnicas. Por ejemplo, los que habían venido de América (alrededor de 13.000 personas) fueron conocidos como Americo-Liberianos, y rápidamente se convirtieron en la minoría dominante entre la población local. Durante más de 133 años desde la independencia de Liberia, los Americo-Liberianos gobernaron el país, practicado sus creencias culturales y religiosas y reproduciendo en muchos aspectos su estilo de vida Americano en su nuevo país.
Hoy en día, la capital de Liberia, Monrovia (nombrado por el presidente Estadounidense James Monroe) es un recordatorio de este legado que permea en la historia, la cultura, la política y la economía de un país que se conoce hoy en día como el epicentro de una emergencia sanitaria mundial. Liberia, sin embargo, es mucho más que una epidemia; es riqueza cultural,una economía cada vez más dinámica y una nación que sobrevivió a dos guerras civiles mortales.
Y, si bien es una buena oportunidad para recordar la historia, no basta con apuntar con el dedo a la responsabilidad de los Estados Unidos para con Liberia debido a sus vínculos históricos (que son, sin duda, significativos). En cambio, es necesario valorar la increíble transformación de un país que logró -casi solo-, sanar sus heridas y liberarse de las secuelas dejadas por las guerras civiles y divisiones étnicas. Por lo tanto, ahora es el momento de regresar a Liberia, como comunidad internacional dedicada a la promesa de los derechos humanos y la seguridad mundial para todos, mirando hacia atrás a los errores con el fin de no repetirlos otra vez, y aún más importante, sin perder nunca de vista que debemos mantener la esperanza en el futuro por venir.
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