After the Spring

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Mariam Soliman via flickrCC

On December 17th 2010, Mohamed Bouazizi decided to end his life. The twenty-six year old street food vendor died by self-immolation after setting himself on fire right in front of the local government offices of his native town of Ben Arous, Tunisia. On the day of the incident, local authorities had confiscated his vegetable cart, which was his main source of income, had humiliated him in public, and had insulted the memory of his dead father. Although this was not the first time this had happened to him, Bouazizi decided he had had enough.

Mohamed Bouazizi’s struggle, however, was not isolated. Like him, many people fell press to unemployment, instability, conflict, and political pressures that came with dictatorships and autocratic governments in the Arab world.

Although, unlike others, Bouazizi’s tragic death had outcomes he himself could not have expected. Just ten days after Mohamed Bouazizi set himself on fire, Tunisian dictator Zine El Abidine Ben Ali was forced to leave office after 23 years in power. This young Tunisian’s desperate actions sparked what we know today as the Arab Spring, the series of protests, upheavals, and revolutions that took place (and are still taking place) in various countries in the Arab world.

Yet, almost four years after Tunisia became the catalyst for these revolutionary waves, the struggle continues in countries like Libya, Egypt, Iraq, and most remarkably Syria. During these four years, the world has witnessed how many Arab countries have transitioned time and time again.

In Egypt for instance, president Hosni Mubarak was ousted after 30 years in power as a result of the massive protests that took place during the Egyptian Arab Spring. Once dictator Mubarak was gone, the people that had taken to streets felt that their sacrifices had let to a new era of Egyptian democracy. By June 2012, Mohamed Morsi became the first democratically elected president in the history of Egypt; however, only after a year in office a new wave of protests also ousted him. Today, since June 2014, militarily aligned president Abdel Fattah el-Sisi has ruled Egypt, the largest Arab country in the world, and a nation that has still a long way to go in order deliver the promises of freedom, peace and stability professed during its Arab Spring.

However, like in the case of Egypt, it is key to keep in mind that although four years have passed since the “Arab awakening”, it is misleading to think that a single event (or a simultaneous series of events) can change these (or any other) countries overnight. Without the aim of being pessimistic, it is essential to understand that jumpstarting a democracy or a republic is not an easy task. To the world’s misfortune, the paths towards democracy have been conflictive, and long ones. For example, it took France five republican constitutions to get it right and become “la belle France” in all its splendor. So, why should we expect the Arab countries to make it all at once?

Thus, this is the story of a struggle that has not ended yet. The Arab Spring is not a finished project; hence, it should not be seen as an event with an endpoint in sight. Without a doubt, the Arab Spring set a precedent and a new era of engaged citizens who know the power they have in their hands. It took the desperation of citizens like Mohamed Bouazizi for governments, the world, and citizens alike, to understand that there must be change. The “Spring” will eventually deliver its flowers, it’s just that the same entails a slow process of transformation that we might just have to wait patiently for.


Después de la Primavera 

El 17 de diciembre de 2010, Mohamed Bouazizi decidió poner fin a su vida. El vendedor de comida ambulante de veintiséis años murió por auto inmolación tras prenderse fuego justo en frente de las oficinas del gobierno local de su ciudad natal de Ben Arous, Túnez. El día del incidente, las autoridades locales le habían confiscado su carro de verduras (y principal fuente de ingresos), lo habían humillado en público y habían insultado la memoria de su padre muerto. Aunque esta no era la primera vez que le había sucedido algo similar, Bouazizi decidió que ya había tenido suficiente.

La lucha de Mohamed Bouazizi, sin embargo, no estaba aislada. Como él, muchas personas habían caído presa del desempleo, la inestabilidad, los conflictos y las presiones políticas que venían con las dictaduras y los gobiernos autocráticos en el mundo Árabe.

Aunque ,a diferencia de otros, la trágica muerte de Bouazizi tuvo resultados que él mismo no podría haberse esperado. A tan sólo diez días después de que Mohamed Bouazizi se prendiera fuego, el dictador Tunecino Zine El Abidine Ben Ali, se vio obligado a dejar el poder tras 23 años en el mismo. De esta manera, las acciones desesperadas de este joven Tunecino desataron lo que hoy conocemos como la Primavera Árabe; la serie de protestas, revueltas y revoluciones que tuvieron lugar (y aún se están produciendo) en varios países en el mundo Árabe.

Sin embargo, casi cuatro años después de que Túnez se convirtiese en el catalizador de estas oleadas revolucionarias, la lucha continúa en países como Libia, Egipto, Irak, y más notablemente Siria. Durante estos cuatro años, el mundo ha sido testigo de cómo muchos países Árabes han hecho transiciones una y otra vez.

En Egipto, por ejemplo, el presidente Hosni Mubarak fue derrocado después de 30 años en el poder como resultado de las masivas protestas que tuvieron lugar durante la primavera Árabe Egipcia. Una vez que el dictador Mubarak se marchó, las personas que se habían tomado las calles en protesta sintieron que sus sacrificios habían conllevado a una nueva era de democracia Egipcia. Para junio de 2012, Mohamed Morsi se convirtió en el primer presidente elegido democráticamente en la historia de Egipto; sin embargo, sólo después de un año en el cargo, una nueva ola de protestas también derrocó a Morsi. En la actualidad, desde Junio de 2014, el presidente militarmente alineado Abdel Fattah el-Sisi, gobierna Egipto, el país Árabe más grande en el mundo, y una nación que todavía tiene un largo camino por recorrer para cumplir las promesas de libertad, paz y la estabilidad que fueron profesadas durante la primavera Árabe.

Al igual que en el caso de Egipto, es fundamental tener en cuenta que aunque han pasado cuatro años desde el inicio del “despertar Árabe”, es un error pensar que un solo evento (o una serie simultánea de eventos) pueden cambiar estos (o cualesquier otros) países de la noche a la mañana. Sin el objetivo de ser pesimista, es esencial entender que la transición hacia una democracia o una república no es una tarea fácil. Para desgracia del mundo, los caminos hacia la democracia han sido conflictivos, y largos. Por ejemplo, le tomó Francia cinco constituciones republicanas para ponerse en orden y convertirse en “la belle France” en todo su esplendor. Así que, ¿por qué deberíamos esperar que los países árabes lo hagan todo de una sola vez?

Por lo tanto, esta es la historia de una lucha que no ha terminado todavía. La primavera Árabe no es un proyecto acabado, por lo tanto no debe de ser vista como un evento con un punto final a la vista. Sin duda, la primavera Árabe sentó un precedente y una nueva era de ciudadanos comprometidos que ahora reconocen el poder que tienen en sus manos. Lamentablemente, tomó la desesperación de ciudadanos como Mohamed Bouazizi para que los gobiernos, el mundo, y ciudadanos por igual, entendiesen que deben haber cambios. La “Primavera” eventualmente nos entregará sus flores, es sólo que esto conllevará un lento proceso por el cual tendremos que esperar pacientemente.


 

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