Separated and Unequal: The Rise of Gated Communities

photo credit: <a href="http://www.flickr.com/photos/69845298@N00/299155491">Private Property</a> via <a href="http://photopin.com">photopin</a> <a href="https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/">(license)</a>
Darren Larson ‘ Private Property via FlickrCC

 

Among high perimeter walls, 24-7 security guards, nice roads and an array of fairly similar houses; the inhabitants of gated communities have a sense of common identity that is provided by the comfort of concrete walls. Gated communities are nothing more than modern housing in the form of a residential community such as a condominium, housing estate or villa. In the last decade or so these kinds of housing or urbanistic developments have increasingly become a global trend. From Pakistan, Malaysia, India, Mexico, Brazil and Argentina, the rise of gated communities have come to shape society as we know it.

Although the first gated communities started gaining notoriety in the United States back in the 80´s, their global popularity did not peak until the last decade or so. Nowadays, gated communities have come to embody some sort of new lifestyle many people aspire to attain or be part of. This popularity is due in part to the successful marketing campaign that has been carried out by urban developers and real estate corporations. Often times, condominiums or urbanizations market their urbanistic projects as secure spaces free from all the real world things that make us uncomfortable. Inside the walls of these properties there is no poverty, delinquency, noise, dirt or chaos; on the contrary, the image sold by real estate agencies and urban developers is that of a happy, perfect and safe environment where the grass is always green and problems do not permeate into the lives of those who live inside these gated communities.

While some people actually buy into this idea of perfection and social stratification, there are others who actually see these forms of housing as a viable alternative to violence and the overall inefficiency of governments that are incapable of ensuring basic necessities like security or infrastructure in the form of roads, schools or recreational spaces. For instance, in cities like Johannesburg, South Africa, where crime rates are very high, the popularity of gated communities has been directly proportional to the increase of violence. More often than not, those South Africans with enough purchasing power decide to willingly remove themselves from the rest of society in order to protect themselves from any outside harm. Whatever the purpose might be, however, the truth is gated communities give us another small glimpse into the issue of inequality.

The contrast between those who live inside gated communities from those who live outside in the city is often times striking. While the popularity of this form of housing is making it possible for more middle class and working class families to afford purchasing a house inside a gated community, there are always those less fortunate who remain marginalized and are being pushed further into peripheries.

In an interview given to the British newspaper The Guardian, UN Habitat Chief Joan Clos stated that the rise of gated communities actually corresponds to a dystopian future of mass surveillance and profound unhappiness where its proliferation “is an expression of increased inequality, increased uneasiness in accepting diversity”. Moreover, in terms of the issue of security, Clos agreed that the increase of gated communities globally indeed corresponds to an overall inefficiency of governments to provide security; yet the UN Habitat Chief strongly pointed out that

“The gated community represents the segregation of the population. Those who are gated are choosing to gate, to differentiate, to protect themselves from the rest of the city. This is contrary to the vision of a democratic and open city […] when this unfairness takes root in the population, it can create a sense of fear, a sense that we don’t trust each other. The outcome is that the urban pattern becomes more segregated, more differentiated. This is not socially admirable or economically productive”

Thus, the problem is that this kind of communities -whether purposely or not- end up widening stratification and deepening social class divides. While it is understandable that people all over the world (especially in highly violent and insecure cities) recur to this form of housing in order to feel more secure, we cannot lose out of sight that the proliferation of gated communities can end up dividing the social fabric into centers and peripheries where income disparities, inequality and social stratification will be clearly demarcated by walls.

Hence, there is then an urgent need for societies to realize the profound effects these new urbanistic developments can have in their cities, and also a need for governments to implement better security and urban planning strategies in order to mitigate the potential consequences of an involuntary segregation that could lead to a severe social dislocation if it is not addressed before it is too late.


 Separados y Desiguales: El Auge de las Urbanizaciones

Entre las altas paredes perimetrales, guardias de seguridad las 24-7, calles limpias, jardines amplios y un sinfín de casas bastante similares; los habitantes de los barrios cerrados tienen un sentido de identidad común que es proporcionada por la comodidad de paredes y muros. Las comunidades cerradas no son más que viviendas modernas en la forma de una comunidad residencial, tales como un condominio, urbanización o villa. En la última década estos tipos de  vivienda o desarrollos urbanísticos se han vuelto cada vez más una tendencia global. Desde Pakistán, Malasia o la India a México, Brasil y Argentina, el surgimiento de barrios privados han llegado a influenciar y a cambiar  a las sociedades que conocemos.

Aunque los primeros barrios cerrados comenzaron a ganar notoriedad en los Estados Unidos  en los años 80, su renombre mundial no alcanzó su punto máximo hasta la última década. Hoy en día,los barrios privados, condominios o urbanizaciones, han llegado a encarnar una especie de nuevo estilo de vida que muchas personas aspiran alcanzar o ser parte de. Esta popularidad se debe en parte a la exitosa campaña de marketing que se ha llevado a cabo por parte de empresas de bienes raíces y agentes comerciales. Muchas veces, los condominios o urbanizaciones comercializan sus proyectos urbanísticos como espacios seguros, libres de todas las cosas del mundo real que nos incomodan. Dentro de las paredes de estas propiedades no hay pobreza, delincuencia, ruido, suciedad o caos; por el contrario, la imagen que venden las agencias de bienes raíces y desarrolladores urbanos es la de un entorno feliz, perfecto y seguro, donde la grama es siempre verde y los problemas no se impregnan en la vida de los que habitan dentro de estas comunidades cerradas.

Mientras algunas personas realmente compran esta idea de la perfección y la estratificación social, otras realmente ven estas formas de vivienda como una alternativa viable a la violencia y la ineficacia de gobiernos que son incapaces de asegurar necesidades básicas como la seguridad o la infraestructura en forma de calles, escuelas o espacios recreativos. Por ejemplo, en ciudades como Johannesburgo, Sudáfrica, donde los índices de delincuencia son muy altos, la popularidad de los condominios y urbanizaciones ha sido directamente proporcional al aumento de la violencia. Más a menudo, los Sudafricanos con suficiente poder adquisitivo deciden excluirse voluntariamente del resto de la sociedad con el fin de protegerse de cualquier daño o peligro del exterior. Sin embargo, sea cual sea el propósito, lo cierto es que estas comunidades cerradas nos dan otro pequeño vistazo a la cuestión de la desigualdad.

El contraste entre los que viven en el interior de las comunidades cerradas y los que viven fuera de estas, ya sea en la ciudad, en barrios o favelas, es muchas veces sorprendente. Mientras la popularidad de este tipo de vivienda está haciendo posible que la clase media y más familias de clase trabajadora puedan financiar o comprar una casa dentro de un residencial, siempre son los menos afortunados los que permanecen marginados y están siendo empujados cada vez más hacia las periferias.

En una entrevista concedida al periódico británico The Guardian, el Jefe de ONU Hábitat, Joan Clos, afirmó que el aumento de las urbanizaciones cerradas en realidad corresponde a un futuro distópico de vigilancia masiva y profunda infelicidad  que “es una expresión del aumento de la desigualdad, aumentó la inquietud en la aceptación diversidad “. Por otra parte, en cuanto a la cuestión de la seguridad, Clos se mostró de acuerdo en que el aumento de las urbanizaciones cerradas en todo el mundo corresponde a una ineficiencia general de los gobiernos para garantizar la seguridad de sus ciudadanos; sin embargo, el Jefe de Hábitat de la ONU señaló fuertemente que

“Las comunidades cerradas significan la segregación de la población. Los que están encerrándose están eligiendo amurallarse, para diferenciarse, para protegerse del resto de la ciudad. Esto es contrario a la visión de una ciudad democrática y abierta […] cuando esta injusticia radica en la población, se puede crear una sensación de miedo, una sensación de que no confiamos el uno al otro. El resultado es que el patrón urbano se vuelve más segregado, más diferenciado. Esto no es socialmente admirable o económicamente productiva “

Por lo tanto, el problema es que este tipo de comunidades -ya sea a propósito o no-, terminan intensificando la estratificación y  profundizando las divisiones entre las clases sociales. Si bien es comprensible que la gente de todo el mundo (especialmente en ciudades muy violentas e inseguras) recurran a esta forma de vivienda con el fin de sentirse más seguros, no podemos perder de vista que la proliferación de condominios, urbanizaciones, etc. puede acabar dividiendo el tejido social en centros y periferias, donde las disparidades de ingresos, la desigualdad y la estratificación social estarán claramente demarcados por paredes y muros.

De modo que, existe una necesidad urgente de que las sociedades se den cuenta de los profundos efectos que estos nuevos desarrollos urbanísticos pueden tener en sus ciudades, así como la necesidad de que los gobiernos implementen mejores estrategias de seguridad y de planificación urbana con el fin de mitigar las posibles consecuencias de una separación urbanística involuntaria que podría acabar por conducir hacia una dislocación social grave si no se trata antes de que sea demasiado tarde.

9 comments

  1. I knew about this “problem” in the U.S. but did not know this was a global phenomenon. Thanks for writing this. Also, gated communities are becoming of interest to cultural anthropologists, who are studying this culture. As for me, I’m sure there is a lot of pretense, which I find much more dangerous than a drug deal.

    Liked by 2 people

  2. I’ve never been a fan of gated communities. They give off the air of exclusivity and seem more of a cage than a habitat. Besides since when does ignoring problems make us safer; “corresponds to a dystopian future of mass surveillance and profound unhappines.”

    Liked by 2 people

  3. Have you ever thought maybe that there are different groups that want to be different and that segregation is natural and that the UN is unnatural in forcing people together and being against the independence of peoples?

    Like

Leave a comment