
According to world bank data, about 2 billion people do not have access to formal financial services; this is, 38% of the world’s adults lack the opportunity to have a bank account where they can obtain access to credit, loans, savings, payment and remittance services, among others.
Financial inclusion has thus become a core topic whenever discussing economic development since access to formal financial services has a direct correlation to poverty. The poorer the person, the less likely he or she is to have access to basic financial services. This translated to data provided by the World Bank, means that the richest 20% of adults in developing countries are more than twice as likely to have a formal account as the poorest 20%.

Yet, before aiming at reaching a more financially inclusive world, first it is important to make financial services accessible to people. Arguably, financial inclusion has its roots in the lack of access to basic financial services. This is, while inclusion means a more egalitarian and affordable use of financial services, financial access has more to do with the availability of these resources. For instance, when it comes to accessibility, for some people getting to their nearest bank branch or ATM could mean a journey of hours (and in some places even days); for others financial access could be more related to language barriers: some people are either illiterate or do not have access to banking services in their language or dialect.
Whatever the reason may be, it is clear that lack of access to financial services is also a synonym of lack of economic and thus social and political opportunities. Hence, a paradigm shift from traditional banking to more innovative, inclusive, cost-efficient, and sustainable financial services is neeeded. This, has become the challenge for those wanting to have a positive impact on poverty , inequality, and the financial sector.
Technology, in that sense has become an unequivocal ally in the quest for financial inclusion. For instance, in many countries mobile phones have become key in providing valuable financial education and tools like money transfer services for people who do not have the chance or resources to go to a bank.
In other cases, financial institutions such as banks have contributed to decrease the numbers of unbanked individuals while attributing their success to business strategies focused precisely on financial inclusion. This is the case of Banrural bank in Guatemala, which has focused its attention and resources in banking people in rural communities and making financial services accessible to indigenous communities, low income working population, etc . This strategy -that also proved to be very profitable- has decreased dramatically the numbers of unbanked adults in a country where 75% of its population live below the poverty line.
Thus, the road to financial inclusion must be seen as one full of opportunities, one in which more people will be able to have access to safe and reliable ways to save, pay or send money to their families . And most importantly: greater opportunities to access platforms that enable people to obtain financial education and even loans to start small businesses.
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Inclusión Financiera para todos
Según datos del Banco Mundial, cerca de 2 billones de personas no tienen acceso a servicios financieros formales, es decir el 38% de los adultos del mundo carecen la oportunidad de tener una cuenta bancaria a través de la cual pueden obtener acceso a servicios de crédito, ahorro, préstamo, pagos, remesas, entre otros.
Por estos motivos la inclusión financiera se ha convertido en un tema clave cada vez que se discute el desarrollo económico ya que el acceso a servicios financieros formales tiene una correlación directa con la pobreza. Entre más pobre es una persona, menores posibilidades tiene de tener acceso a servicios financieros básicos. Esto, traducido a cifras proporcionadas por el Banco Mundial, significa que el 20% de los adultos más ricos de los países en desarrollo tiene el doble de probabilidades de poseer una cuenta formal que el 20% más pobre.

Sin embargo, antes de aspirar a ser un mundo con mejores índices de inclusión financiera, primero es importante lograr que los servicios financieros sean accesibles a todos ya que se podría decir que el problema de los bajos niveles de inclusión financiera tiene como raíz la falta de acceso a servicios financieros básicos. En pocas palabras, mientras la inclusión financiera está relacionada al uso más equitativo de los servicios financieros, el acceso a los servicios financieros está ligado específicamente a temas de disponibilidad. Por ejemplo, cuando se trata de accesibilidad, para algunas personas puede que llegar a su sucursal bancaria o ATM más cercano signifique un viaje de horas (o inclusive de días); para otras personas el acceso a servicios financieros podría estar más relacionado a barreras del idioma: algunas personas son analfabetas y otras simplemente podrían no contar con servicios bancarios en su idioma o dialecto.
Sea cual sea la razón, está claro que la falta de acceso a servicios financieros es también un sinónimo de la falta de acceso a la economía y por ende a la vida política y social de una nación. Por esta razón es necesario que ocurra un cambio de paradigma de los servicios bancarios tradicionales hacia servicios financieros más innovadores, inclusivos, eficientes y sostenibles. Este es el reto de aquellos que desean tener un impacto positivo tanto en la pobreza como en el sistema financiero.
La tecnología en ese sentido se ha convertido en un aliado inequívoco en la carrera por incrementar los niveles de inclusión financiera. Por ejemplo, en muchos países los teléfonos móviles se han convertido clave en proporcionar valiosa educación financiera y en facilitar herramientas como servicios de transferencia bancaria para personas que simplemente no tienen la oportunidad o recursos para ir a un banco.
Del mismo modo, algunas instituciones como bancos han contribuido a incrementar niveles de acceso a servicios bancarios y a su vez encontrar el éxito en estrategias de negocios enfocadas precisamente en la inclusión financiera. Este es el caso del banco Banrural de Guatemala, una institución que ha enfocado todas sus energías y recursos en bancarizar a personas en comunidades rurales y en hacer que los servicios financieros sean más accesibles para comunidades indígenas, de bajos recursos económicos, etc. Gracias a esta estrategia -que dicho sea de paso le resultó muy rentable a este banco-, se ha disminuido significativamente el número de personas sin acceso a la banca en un país en el cual más del 75% de su población vive debajo de los límites de la pobreza.
En conclusión, el camino hacia la inclusión financiera debe ser visto como uno lleno de oportunidades, en tanto significaría que con el tiempo más personas podrán tener acceso a herramientas seguras y confiables para ahorrar, transferir o enviar dinero a sus familias. Y lo más importante: mayores oportunidades para tener acceso a plataformas que les permitirán obtener educación financiera e incluso préstamos para iniciar pequeños negocios.